lunes, septiembre 25, 2006

Os supero en número, seáis cuantos seáis

Carlos caminaba tranquilamente, escuchaba el rock metalizado y musculoso de The Sword y soñaba con tocar algún instrumento o cantar en un grupo similar, le encantaba ese estilo musical, los veia muy innovadores, fruto de su desconocimiento de historia musical y de las raices del género. A mitad trayecto desde casa de un colega que le tenía que devolver unos libros que llevaba en una bolsa azul inmensa vió a dos personas montadas en bicicleta que se acercaban lentamente, muy torpemente. De lejos Carlos vió que delante iba sentada una chica de muy buen ver (o eso parecía) y pensó en fijarse mejor cuando se acercara para poder verle la cara mejor y ver si era guapa o algo, la bici se acercaba y Carlos vió algo que le perturbó enormemente, la chica llevaba un cuchillo en el cuello y Carlos se sintió raro, sintió que debía hacer algo, salvar a esa pobre chica de ese malvado demonio, "tal vez si la rescato querrá acostarse conmigo".

Carlos se puso en el carril bici, tiró la bolsa de libros al suelo y miró muy serio a la pareja ciclista que se acercaba. Gritó: "¡Alto!, ¡policia secreta nacional!" y sacó su movil del bolsillo, fingió que apretaba un par de números y gritó de nuevo: "En 2 minutos tendrás a toda la policía de la ciudad rodeándote, suéltala y la condena se reducirá enormemente", y se puso una mano -la que no sujetaba el movil- en la espalda, a la altura de la cintura, por dentro de la camiseta y, nuevamente, gritó: "Suéltala o te disparo con mi pipa de reglamento". La chica empezó a reirse, Carlos no entendía porque, el ciclista estaba llorando de la risa y se tíró al suelo, con bici y todo, para reirse. Al caer al suelo la chica, que también estaba sobre la bici y calló con el, se golpeó la rodilla y se hizo una herida que no cesaba de sangrar, pero a pesar de esto no paraba de reirse, Carlos se desmayó al ver la sangre, pues siempre le había dado tiempo pero no sin antes oir unas últimas palabras, "está como una chota, ¡vamos a llevárnoslo y se lo regalamos al jefe!".

Despertó. Estaba oscuro y no podía moverse, estaba completamente encadenado y respiraba con dificultad, pensó en todas aquellas historias que pasaban por su cabeza en las que era un heroe que salvaba a la humanidad de un peligroso terrorista o de unos alienígenas que aparecían en una fábrica de pan de molde. Por primera vez en sus 15 años Carlos sintió que había desaprovechado la vida, sintió que por primera vez había algo que tenía que hacer a toda cosa, y eso era escapar. Si no lograba escapar ya no habría nada. ¿O sí?, eso el no lo sabía, pero mejor no tener dudas, más vale ser un tio normal sin riesgos que un afortunado con riesgos. Recordó el momento en el que cayó inconsciente, el jefe, ¿quién es el jefe?, y más importante, ¿quién es lo suficientemente imbécil como para apodarse el jefe?, ¿es que nadie se ha dado cuente de que es un apodo estúpido, demasiado genérico?. Le quitaron la venda de los ojos y vió a las dos personas de la bici, el vestido de pollito y ella completamente únicamente vestida con pinzas de madera en los pezones y una careta que emulaba a Johan Cruyff y a un tipo delgaducho vestido con un vestido de bailarina rosa, el pene al descubierto y un gran consolador negro en la mano que le dijo: "Hola, soy el-eh-zé, y tu y yo vamos a ser muy amigos". Carlos sintió que algo estaba a punto de pasar en su vida y que, si salía de esta, tendría que ir a un psicólogo. Las luces se apagaron de repente y comenzó a oir disparos, gritos ininteligibles, algo líquido y pegajoso sobre su cara y de repente, silencio. Una voz. "¡Aquí hay uno vivo!, !este está lleno de sangre, atado con cadenas, vestido con ropa negra de cuero, los pezones al aire y una bola roja en la boca!". Otra voz, a lo lejos, muy familiar: "Otro drogadicto pervertido, mátalo, diremos que murió en la redada, en serio Manolo, odio a esta gente". De repente la sensación de reconocer esa voz, alzar los ojos cuando una pistola te está apuntando, mareo por la sangre, un disparo y oir tus últimas palabras. "¡Manolo!¡Es mi hijo!¡No disp..."

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