sábado, junio 10, 2006

Cuento tonto

La gota de sudor caía hacia abajo, acababa de nacer y no sabía cuan corta sería su vida, cuan corto su recuerdo, solo sabía que no sabía hacía donde tenía que ir, que tenía que hacer, cual era su misión en la vida y mientras tanto seguía cayendo hacia abajo, resbalando por una lisa superficie que no conocía. La gota de sudor solo sabía que no podía moverse, y lo intentaba, desesperada, pero no lo logró, finalmente sintió el frio que se siente al caer desde una altura considerable y sufrió un infarto instantes antes de caer contra el suelo, dicen que la gota de sudor no sufrió al impactar contra el suelo y que jamás sintió al sol evaporandola, elevándola hasta un lugar donde ella siempre deseó estar. Mientras tanto, un pañuelo, sumiso y obediente, se retorcía matando a algunas compañeras de esta gota de sudor, arrastrandolas y absorbiendolas, librándolas de sus temores y despojándolas de sus ilusiones, matando sus recuerdos.

La frente no podía dejar de parir, de vomitar, una gran cantidad de sudor que le hizo temer que su compañero de conversación, el cerebro, se quedara sediento. Bien sabía la frente que a ese cerebro le gustaba estar húmedo, pero de repente le surgieron las dudas, ¿Y si el cerebro jamás le hubiera hablado? ¿Y si esa voz que la frente asoció al cerebro no estuviera más que en su imaginación?. Mientras tanto el ojo izquierdo sentía temor, no podía aguantarlo más, y le pidió a su amigo párpado que le ayudara a limpiarse, de forma urgente y precipitada, e iniciaron su danza, una danza tan vistosa como innecesaria, que hizo que el traje, hasta entonces orgulloso y majestuoso, sufriera unas arrugas extrañas al contonearse por los nervios el brazo y al comenzar una danza infernal la pierna derecha. Arriba, abajo, arriba, abajo, la pierna había decidido moverse y nadie la podía detener. El reloj avanzaba y la monótona voz continuaba su discurso, el oido esperaba una orden, una señal, hasta entonces, había decidido no transimitir nada de lo que escuchara a alguien a quien ese monótono discurso le pudiera resultar ser útil. Y los nervios ahí estaban, haciendo su trabajo, luchando por estar omnipresentes, felices de ver que estaban triunfando la batalla pero temerosos de un contraataque.

Finalmente la monótona voz dijo lo que el oido esperaba escuchar y raudo transmitió la orden al luchador cerebro, que trataba de controlar todos los inconscientes impulsos que estaban realizandose, el ser humano respondió a la monótona voz con un sonoro: "¡SI! ¡QUIERO!", que, en oposición al monótono tono de voz que habían estado escuchando hasta ahora y gracias a su nasal voz, acompañada de los extraños gestos que realizaba el ser humano de forma inconsciente, provocó las carcajadas de los asistentes y una sonrisa de la novia, que estaba enamoradísima de las peculiaridades del ser humano. Y fueron felices y comieron perdices y toda la parafernalia habitual. Solo tuvieron un hijo.

No hay comentarios: