domingo, agosto 06, 2006

Tragedia

A los 20 años un terrible impácto en la cara le hizo perder la vista para siempre, sin posibilidad de recuperarse, luchó mucho a partir de entonces, un auténtico heroe, y superó la adversidad, en menos de medio año dominaba la lectura en braile. Atras quedaron sus más clásicas aficiones, el cine y la pintura, afortunadamente tenía buenos amigos con los que ver películas y que le iban contando aquello que no se decía pero si se veía y que le relataban los cuadros de los libros recopilatorios de diversos museos que tenía en su casa. Su ritmo de lectura táctil se incrementaba de la misma forma en la que su afición a la música aumentaba, tal vez el único arte que podía disfrutar tumbado en la cama, sin moverse.

A los 34 años otra tragedia volvió a suceder, un artefacto explosivo estalló a metros de el, destrozándole los tímpanos y generando un zumbido que no dejaría de oir hasta horas despues, el último sonido que oiría durante su vida. En consecuencia tuvo que abandonar la música y centrarse en la lectura, sumido en un mundo sin imágenes y sonidos, solo le quedaban el tacto, el gusto y el olfato. Sentado todo el día, con todos los seres queridos (cada vez menos) que le rodeaban haciendolo todo por el, alimentándolo y cuidándolo, comenzó a engordar, en parte por la falta de movimiento y en parte por su reciente afición a la gastronomía. Soñaba con cocinar sus propios manjares pero no podía ser, era demasiado arriesgado.

Únicamente 7 años despues volvió a suceder. 41 años y su tercer gran accidente, sobrevivió de milagro y estuvo dos años en coma antes de despertar sobresaltado y sentir un terrible picor en todas sus extremidades. Intentó gritar y no pudo, intentó levantarse y no pudo, no fué consciente de la pérdida de todos sus miembros hasta varios meses despues, cuando su cerebro logró asumir la pérdida. Ya solo le quedaban los recuerdos de todas esas historias que había leido a lo largo de su patética e inservible vida. Por desgracia, y el aún no era consciente, lo peor no había llegado todavía.

En algún momento indefinido de su existencia, el alzheimer invadió su cerebro, y poco a poco fué olvidando todo aquello que le definía como humano, para finalmente fallecer de un paro cardiaco sin saber nada, nada en absoluto, ni quién era ni que hacía en ese terrible mundo de silencio, oscuridad y reposo, únicamente alterado de vez en cuando por la cálida sensación del contacto humano y la fria sensación del agua enjabonada, para volver a sumirse en ese agujero profundo en que se había convertido su vida.

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