martes, agosto 15, 2006

Es como cuando te enamoras, pero no por primera vez...

Luchaba contra el sueño tratando de leer las últimas páginas de ese extraño libro, me encontraba verdaderamente mal desde hacía varias horas y solo quería dormir, pero no, un deseo extraño en mi me hacía necesitar conocer el final de esa extraña historia donde sombras, árboles y todo tipo de objetos cobraban vida para narrar una hermosa historia de amor. Los ojos me dolían, sentía un terrible picor en ellos. Última página, acontecimientos inesperados para comenzarla, la última frase, separada de las demás y con otra tipografía: "Es como cuando te enamoras, pero no por primera vez", no recuerdo haber leido la palabra FIN, pero se que llegué a ella.

Desperté sobresaltado, tenía calor y estaba muy muy oscuro. ¿Cuanto tiempo habría estado dormido?, me alcé y me golpeé la cabeza, me dolió. Separé los brazos y percibí que a mis lados había sendos muros de madera, deposité las manos sobre el objeto con el que me había golpeado en la cabeza y vi que era un techo de madera, al igual que mi colchón, ¿donde estaba?, la desesperación me comenzó a invadir y comencé a golpearlo todo, de repente, un certero puñetazo agujereó mi extraña prisión, provocando la caida de un montón de tierra húmeda sobre mí. Me sentí reconfortado y me esforcé en arrancar más trozos de madera del techo para, con suerte, cavar y escapar de ahí. Supuse mientras ascendía, destrozándome las uñas y la ropa, que tenía que ascender, ascender es lo único que nos impulsa a esforzarnos y ese era el momento adecuado de ascender, no podía arriesgarme a morir ahogado en ese ataud sin conocer los motivos que me habían llevado hasta allí, un brote de venganza comenzó a invadir mi mente, quería matar al que me había llevado a esa situación.

Noté aire fresco en mis manos, había logrado ascender hasta la superficie tras excavar algo más de 6 metros, así a ojo, tal vez más, tal vez menos, pero mis limitados conocimientos me habían convencido desde el principio de que estaba en un cementerio y de que los ataudes están enterrados exáctamente a 6 metros de profundidad. Por el camino estuve pensando en los motivos de ese suceso, pero no se me ocurrió nada lógico, pensé en buscarlo en google cuando llegara a casa, junto con el culpable de mí terror. Salí del agujero, era de noche, me acerqué a un par de personas que había allí y se encontraban en mi misma situación, no sabían que había sucedido, pero habían despertado enterrados en ataudes, pronto el grupo fué aumentando y en cuestión de minutos eramos más de una veintena, decidimos ir a la ciudad a investigar, denunciar el hecho y que se investigara, que comprobaran que no había más gente como nosotros que no había logrado escapar, lo normal en una situación así. Por el camino vimos a un ser extraño, no sabíamos lo que era, pero pensamos que era la clave de lo que nos había sucedido, todos estábamos de acuerdo, corrimos para tratar de alcanzarlo, pero se fué corriendo. ¿Extraterrestres?, si, nos habían abducido, ahora estabamos seguros, ya que nadie reconocía el lugar donde estábamos. Teníamos que cazar un extraterrestre e interrogarlo.

Había más seres de esos, extraterrestres, no parecían organizados, pero corríamos tras ellos y se nos escapaban, demasiado rápidos, logramos cazar a uno que iba despistado, y tras gritarle y golpearle cayó al suelo, se despedazó y pudimos asistir al nacimiento y crecimiento de un ser humano nuevo, no comprendíamos que sucedía, pero no nos importaba, era uno más luchando en nuestra causa, y decidimos que cuantos más fueramos mejor, si había que matar a todos los extraterrestres en busca del culpable de nuestra captura, mejor. Los extraterrestres sacaron una especie de objetos con los que trataban de dañarnos, armas primitivas que no nos hacían nada, ¡cuan ingenuos estos alienígenas!. En cuestión de horas eramos legión, y comenzaron a surgir las primeras discrepancias, algunos de los nuestros había caido, los menos, y cierto sector pretendía rendirles tributo con una ceremonia adecuada, mientras que yo estaba en el grupo de los luchadores, pues sin lucha no hay triunfo. Había que matarlos a todos.

Era una noche calurosa, y ya hacía horas que nos habíamos separado en multitud de grupos. Salió el sol. Trágico suceso. El calor me hizo sentirme terríblemente debil, apenas podía caminar, no podía casi moverme, y los extraterrestres me capturaron, gritándose en su ininteligible idioma, me colocaron una soga al cuello y me colgaron de un extraño objeto. Entonces lo comprendí, no había extraterrestres, y mi corazón hacía horas que había dejado de latir, hacía años que había dejado de latir. En los días que permanecí colgado del arbol descubrí que tenía miedo a la muerte.

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