miércoles, marzo 29, 2006

Time of orchids

El colofón de mi anterior texto fué la firme promesa de escribir una historia sobre amor o sobre violencia. Y lo voy a cumplir. No voy a contar las dos posibles alternativas que tenía pensadas (y que no he escrito antes por auténtica y pura pereza), consistentes en un relato ambientado en el programa de radio Hablar por hablar y un chico que llama para decir que se ha enamorado de una chica y esta no oye pero un chico que va detras de ella si y reconoce la voz del otro o en la conquista de África por parte de las fuerzas armadas españolas, lideradas por un nuevo dictador que habría llegado al mando tras un golpe de estado incitado por su irracional odio hacia los inmigrantes africanos y que decide conquistar África para anexionarla a España y bla bla bla ironía en forma de deleznable parafernalia fascistoide. Unas paranoia que se me habian ocurrido, nada más...

Pero al tema, breve relato de un chico que ve a una chica perfecta pero no le da tiempo a enamorarse ya que nunca oye su voz:

Augusto se disponía, como todos los dias, a coger el metro para volver a su casa, acababa de tener una breve charla con un antiguo profesor suyo sobre planes de estudios y se encontraba leyendo la introducción del libro El juego de la lógica, de Lewis Carroll, su sorpresa al leer el primer párrafo de este libro, una vez entrado en el texto propiamente dicho de Carroll, fué mayúscula al observar que en un libro escrito en 1887 aparecia la definición de una clase, concepto que había aprendido durante sus aburridos años universitarios.

Debido al nuevo sistema de las lineas de metro y tranvia con los cuales Augusto estaba totalmente disconforme, Augusto decidió realizar un transbordo de los dos necesarios para llegar a su casa y así ahorrarse una caminata de más de 10 minutos más una espera a otro tranvia, ya que el suyo no llegaba a su destino, se quedaba a mitad. Y al bajar a la estación, Augusto percibió algo que llenó su espíritu de esperanza en la especie humana, una preciosa chica se cruzó en su camino, acompañada de una amiga que para Augusto jamás llegó a existir, esta chica, vestida de blanco con ropa apretada pero que marcaban unas claras tendencias liberales en su forma de pensar (pero que indicaban su deseo de ser atractiva a la par que discreta de cara al resto de humanos) encajaban perfectamente con la colorída cinta que cubría su cabeza y tras la cual salían unas rastas similares a las puas de nuestro amado Sonic. Sus pechos, generosos, encajaban a la perfección con su redondo trasero y esbelta cintura, todo encajado en algo más de metro sesenta, altura perfecta para una persona con ese bello rostro...una cara a la que Armando Manzanero le habría cantado, José Zorrilla habría dedicado sus escritos y Wong Kar Wai le dirigiría una trilogía. Allí estaba ella, tan anónima como perfecta para Augusto, ella comenzó a caminar mientras la sombra que caminaba a su lado y parecía ser su amiga hablaba sin parar.

Augusto caminaba a escasos metros de ella, era el camino para llegar a su destino, y tan agradable visión no hizo más que aligerar el sufrimiento que cargaba de por si tras un largo dia de responsabilidad y visitas a diversas bibliotecas donde solo era tratado como el chupoptero que consideraban que era sin entrar en la consideración de que tal vez no estaba allí por gusto.

De repente algo cambió para siempre en la vida de Augusto, el metro llegó y entonces...esa chica subió en un vagón y Augusto en otro. Resta decir que jamás se volvió a producir el encuentro entre estas dos personas, y posiblemente a nuestro protagonista pronto se le olvide la existencia de una persona tan preciosa por fuera que necesariamente tiene que ser extremista en su interior, o la persona más egoista y egocéntrica del mundo o la persona más adorable y necesaria una vez la conoces que exista, tan agradable y simpática que jamás podrías recordar que lo primero que pensaste al verla fué: "que buena que está", ya que no sueñas con su cuerpo, sino con su conversación y su sonrisa.

Que asco de historia. Si, el protagonista soy yo y esa chica era perfecta, ¿pasa algo? XD Y ahora estoy oyendo a Pink Floyd (Shine on you, crazy diamond, del Wish you were here), antes he visto Elevated, el primer corto de Vicenzo Natali (del cual el otro dia vi su tercera película, Nothing, todo un alarde de creatividad, quizá perjudicada por lo limitado de su concepto, pero aún así excelente, visión recomendada), y previamente al corto había visto el episodio 13 de Verónica Mars, serie que en ocasiones roza lo ridículo pero en otras ocasiones te mantiene absolutamente pegado a la pantalla. Ahora suena Welcome to the machine, una de mis canciones favoritas de Pink Floyd. Finalmente no he jugado al Sonic Advance 3...(ayer me pasé el 1 y el 2, de un tirón, y no empecé el 3 pq eran las 2 de la mañana y quería dormir, independientemente de que me acosté y estuve 2 horas oyendo la radio), y mañana me espera un largo dia intelectual y creativamente hablando, así que procedo a poner un link y 10 imagenes chorra enlazadas y me acuesto. Besos.

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