martes, marzo 07, 2006

Ficción

Improvisaré un pequeña pequeña historia de ficción para demostrarme a mi mismo que soy capaz de escribir algo. Y para dedicarsela a cierta chica que despierta mi curiosidad al ser totalmente diferente a la gente con la que me suelo relacionar. Ella ya sabe quien es. Soy un pelota. Y todo esto en 864 palabras.

Roberto bajaba por el ascensor de la facultad de filología, un día más, con la sensación de ser completamente feliz. Tras una vida estudiantil dedicada a las ciencias su amor por la lectura lo había convertido en una joven promesa que soñaba con llegar a la altura, competir e incluso desbancar a Goethe o Wordswort. En ese momento algo cambió su vida. Tras una corta pero agradable conversación con su profesor de pragmática sobre un film independiente alemán que había visto el día anterior la vió. Quedó inmediatamente prendado de un angelical ente cuyo nombre no averiguó hasta días después pero del que solo sabía que era una alumna de un instituto de secundaria que estaba de visita preuniversitaria.

Amanda esperaba al ascensor, asqueada por haber sido obligada a visitar las facultades universitarias, a las que jamás había tenido intención de ir. Como otras tantas chicas de su corta edad, ella soñaba con obtener una fama y un reconocimiento en algún arte, con la típica peculiaridad de no luchar por ello, de esperar a que los frutos caigan del árbol jamás regado, abonado y podado. Grandes sueños para una sola persona. Ataviada con su clásico bolso de vinilo adosado a una chapa de Woody y toda su ropa conjuntada con este bolso, Amanda se sorprendió de ver que un chico salió mirándola del ascensor con la boca abierta y en su infinita superioridad pensó que era lo natural, ella estaba en el mundo para causar admiración a los hombres y envidia a las mujeres.

Roberto se sentó en la cafetería, dispuesto a ingerir unos manjares previos a continuar con un largo día de aprendizaje, y vio a un desconocido con aspecto de cansado. Recogió su bandeja para sentarse al lado de este hombre y iniciar una charla que trató temas banales pero que dio su fruto. Este hombre era el tutor de un grupo de alumnos, e incluso, orgulloso, mostró a Roberto las fotos de estos alumnos, y allí estaba ella, Amanda se llamaba, sus apellidos, lastre social, no tenían cabida en la dotada mente de Roberto. Roberto ya estaba muerto, pero nadie lo sabía todavía.

Roberto camina al lado de Amanda, cogiendo su mano. Amanda camina al lado de Roberto, con su mano sostenida por la de Roberto. Charlan sobre la coincidencia de conocerse en aquella discoteca, Woody, la primera vez que Roberto salía de su hogar en meses para actos lúdicos. Roberto menciona que es muy feliz de haberla conocido. Amanda sonríe y sigue caminando. Roberto es el hombre más feliz del mundo por amar y ser amado.

Amanda camina al lado de Roberto, Amanda está agobiada. Tener un novio universitario ya no es tan buena idea como lo era antes, no sabe si es por que Roberto es un chico muy especial, y no en un buen sentido, o si todos los universitarios son así. En medio año de relación Amanda ha acabado el instituto y reúne fuerzas para decirle a sus padres que no piensa entrar en la universidad. No le ha dicho nada a Roberto ya que para ella el solo es un juguete del que poder presumir frente a sus amigas, que solo logran atraer a chicos de instituto. Amanda está pensando, lo acaba de decidir, la relación se ha terminado, seguro que existen personas más aptas que Roberto para tener el lujo de salir con ella. Roberto no es nadie, ¡ni siquiera tiene coche!. Esta noche le mandará un mensaje al móvil para decirle que lo deja. No tendrá ni que soportar sus lloros. Roberto está muerto, pero aún no lo sabe.

Roberto recibirá un mensaje escrito con una lengua viperina, con bilis mezclada con sangre envenenada. Roberto llamará a Amanda. Amanda colgará a Roberto. Roberto volverá a llamar a Amanda. Se encontrará el teléfono de Amanda desactivado. Roberto llamará a casa de Amanda. La madre de Amanda le dirá que su hija no está. Roberto se vestirá rápidamente, se irá corriendo por la calle y le pegará fuego a un par de contenedores. Comprará a unos chinos una botella de un licor de lagarto y consumirá gran parte de la botella antes de ir tambaleándose a casa de Amanda y lanzarla contra la ventana de la habitación de esta. Amanda convencerá a sus padres para no denunciarlo y se ofrecerá a pagar de su bolsillo el cristal roto. Amanda tendrá que trabajar de camarera para lograr esto. Roberto se despertará en su casa, con una resaca tremenda. No irá a la universidad, a falta de un mes para los exámenes de último curso. Roberto no volverá a la universidad. Amanda nunca dejará de trabajar de camarera. Roberto consumirá otra botella entera y volverá a despertarse en su casa sin saber que hace ahí. Amanda se olvidará de Roberto en una semana. Roberto no olvidará a Amanda en el poco tiempo de vida que le queda. Amanda nunca será feliz al sentir que ha fracasado en la vida. El cadáver de Roberto será encontrado en su cuarto entre botellas vacías y restos de tranquilizantes, con una sonrisa que hará saber a los que lloren su muerte que Roberto habrá sufrido tanto que solo así será completamente feliz.



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